Educación Cristiana Alternativa

Educación es algo muy diferente de lo que usted piensa …

Por qué no es buena pedagogía, juntar a niños de la misma edad

Este artículo es la continuación del anterior: «De la importancia de tener hermanos mayores y menores». Allí hemos visto la dinámica positiva que se desarrolla en una familia sana entre hermanos mayores y hermanos menores. Hemos visto que Dios en Su sabiduría diseñó la familia de esta manera, con niños de distintas edades que crecen juntos, aprendiendo unos de los otros, y aprendiendo a valorarse mutuamente.

Entonces, ¿qué consecuencias tiene este diseño sabio para el sistema escolar?

Gran parte del sistema escolar se fundamenta en la separación de los niños por edades: Cada niño es asignado a su grado estrictamente según su edad cronológica. A cada grado se asignan currículos, planes de enseñanza y objetivos de conocimientos y habilidades específicos. Las escuelas multigrado se consideran «antipedagógicas» y solamente se admiten como «soluciones de emergencia». Con excepción de unas pocas escuelas alternativas que han descubierto que una escuela multigrado es más cerca del modelo familiar, y por tanto más adecuada para el desarrollo de los niños.

La separación por edades se fundamenta con la idea de «juntar a niños del mismo nivel». Los defensores de esta separación desean poder enseñar a todos sus alumnos lo mismo, y con un mismo método para todos. Por eso desean que sus alumnos estén todos al mismo nivel de comprensión y conocimientos. Pero la realidad escolar demuestra diariamente que esto no funciona así. La madurez de los niños de una misma edad varía grandemente. En una determinada sección de tercer grado, por ejemplo, hay niños que pueden competir en matemáticas con niños de quinto grado, mientras otros niños de la misma edad están todavía en la etapa intuitiva y no pueden encontrar ningún sentido en los números que tienen que escribir en sus cuadernos. Además, los que están más maduros en su pensamiento matemático, no lo están necesariamente en su lenguaje o en sus habilidades manuales, y viceversa. Por tanto, la separación de los niños por edades no cumple con su supuesto objetivo, de juntar a niños de un mismo nivel.

En la pubertad, las diferencias individuales en el desarrollo se acentúan aun más:

«En 1959, Goodlad y Anderson publicaron evidencia irrefutable de que el sistema de aulas por grado (inventado en 1847 y adaptado de un sistema militar prusiano de 1536) está equivocado. La Investigación Medford de Crecimiento y Desarrollo del Niño, llevada a cabo durante doce años por la universidad de Oregon (1957-1969), demostró que entre los «alumnos de séptimo grado» existe una variación fisiológica de seis años: Algunos niños de una edad cronológica de 12 años, tienen fisiológicamente solo 9 ó 10 años, mientras otros tienen un desarrollo correspondiente a los 14 ó 15 años. (…) La variación «académica» entre los «alumnos de séptimo grado» refleja una gama de diez años en el rendimiento – desde puntajes correspondientes al tercer grado hasta el décimotercer grado según exámenes tradicionales estatales. No puede existir una clasificación de «séptimo grado» [basada en la edad cronológica], sin embargo, sigue persistiendo hasta hoy como si fuera un edicto de los dioses.»
(Don Glines: «Cien años de guerra contra el aprendizaje»)

Además, la separación de los niños por grados incentiva una mentalidad de competencia que es antisocial. Puesto que, en la teoría, todos deberían estar «del mismo nivel», un niño que se queda «atrás» se considera fracasado. Los niños compiten entre ellos por alcanzar o superar este «nivel» imaginario. Los pocos que están en la punta, desarrollan orgullo y egoísmo. Los muchos que se quedan «atrás», se desaniman, pierden su autoestima y su deseo natural de aprender. En su lugar adquieren una motivación no natural: Estudian para no ser ridiculizados, o para no tener que repetir el año; pero ya no por el deseo de saber y entender. En un sistema así, los alumnos son masificados: pierden su individualidad y su personalidad propia. Ya no valoran su propia manera de ser; ya no pueden entender que es normal que cada niño es diferente. En vez de ver la diversidad como un valor, la ven como un defecto. En vez de ayudarse mutuamente, compiten todos contra todos. A los niños no se les permiten los beneficios de tener hermanos mayores y menores. En cambio, son obligados a una forma de «socialización» que no es natural, y puede ser hasta cruel.

Es un viejo principio pedagógico que no se debe comparar a los niños entre sí: «Pedro es más inteligente que Arnaldo; Carla es más obediente que su hermana; Felipe es mejor deportista que Juan; Anita es más bonita que Fabiola …» Es que en estas comparaciones siempre hay uno que queda atrás, se siente mal y se desanima. También, estas comparaciones en su mayoría resaltan calidades que no son ningún mérito del niño. (A menudo los principios viejos son mejores que los modernos.) – Es mucho mejor comparar a cada niño solamente consigo mismo: «Ya estás entendiendo este tema mejor que ayer. – Parece que hoy tienes un día malo, yo sé que tú puedes comportarte mejor. – El año pasado todavía no podías dibujar vacas; ¡ahora ya puedes!» Así el niño se da cuenta de sus progresos y es animado a progresar más.

Pero el sistema escolar promueve exactamente aquella clase de comparaciones que es dañina para la autoestima y la motivación de los niños: la comparación de los niños entre sí. En cambio la familia (y en cierta medida también la escuela alternativa multigrado) incentiva mucho más la sana comparación de cada niño consigo mismo.

En una familia, es lógico que no se pueden evaluar a todos los niños con un mismo examen. Se entiende que cada uno está a un nivel diferente. Una buena pedagogía consiste en ayudar a cada uno para que avance desde el nivel actual en el cual se encuentra. Juzgar a todos los niños de una familia basado en un mismo examen, sería muy injusto. Pero raras veces los planificadores escolares se dan cuenta de que es igualmente injusto, juzgar a todos los niños de una determinada edad cronológica basado en un mismo examen. Entre estos niños existen tantas diferencias en su trasfondo familiar y cultural, su desarrollo individual, etc, que no podemos tratarlos como si «todos deberían estar en el mismo nivel».

El sistema escolar no premia a los niños más inteligentes o más esforzados. Simplemente premia a aquellos que están un poco adelantados en su desarrollo, o sea, a los niños precoces. Pero no existe ninguna evidencia de que los niños precoces sigan siendo «sobresalientes» cuando sean adultos – a menudo es lo contrario. La velocidad del desarrollo no dice nada acerca de su calidad. A veces, una inteligencia superior necesita más tiempo para desarrollarse adecuadamente. Por ejemplo, Albert Einstein y Woodrow Wilson eran tales inteligencias superiores que se desarrollaron lentamente. Wilson tenía más de diez años cuando aprendió a leer; pero se graduó de la universidad de Princeton a los 23 años, y más tarde fue presidente de la universidad. Einstein no hablaba ni una palabra hasta los cuatro años de edad, y tuvo dificultades de hablar hasta los nueve años. De adulto, fue uno de los científicos más destacados del siglo XX.

¿Por qué entonces las escuelas insisten en que los niños sean estrictamente separadas por edades?
– No puede ser para «juntar a niños del mismo nivel», porque la separación por edades no es apropiada para alcanzar esta meta. Eso es solamente un pretexto. ¿Cuál es la verdadera razón?
Obviamente, la separación por edades facilita la administración estatal de los niños. Es más fácil dictar leyes y reglamentos basados en el año de nacimiento de cada niño, en vez de preocuparse por conocer y atender a cada uno individualmente. No son razones pedagógicas ni científicas, son solamente razones burocráticas, las que exigen que cada niño sea metido en un cajón que corresponde a su edad. Un educador que realmente ama a los niños, no los someterá a este sistema inhumano.

Una comunidad de familias que educan a sus hijos en casa, o una escuela multigrado y activa, no impide que se formen grupos de niños «de un mismo nivel». Al contrario: estos grupos se forman de manera más natural y espontánea que en una escuela separada por edades. Por ejemplo, un niño escoge de la biblioteca un libro acerca de los países del mundo. Pronto este niño se ve rodeado por tres o cinco otros niños que comparten este mismo interés, y leen el libro juntos. Un padre o profesor puede acercarse a este grupo para incentivar sus investigaciones con preguntas y sugerencias adicionales. Se ha formado un grupo de interés que puede estudiar un mismo tema juntos, y lo hacen con más motivación y naturalidad que una clase de niños reunidos forzosamente. – Lo mismo sucede p.ej. con los materiales de matemática. Un material de fracciones será escogido solamente por aquellos niños que han madurado lo suficiente para poder entender estos conceptos. Los niños «del mismo nivel» se juntarán naturalmente alrededor de este material; mientras aquellos que todavía no están listos para aprender sobre fracciones, no lo encontrarán interesante y buscarán un material más fácil.

Entonces, la idea de juntar a niños «de un mismo nivel», no es ningún argumento a favor de una separación por edad cronológica. Al contrario, es un argumento a favor de la escuela alternativa multigrado, la cual permite avanzar a cada niño según su ritmo individual. Y es un argumento a favor de la familia, donde existen mejores posibilidades para educar a cada niño según su nivel efectivo. (Por supuesto, esto no se aplica a una escuela multigrado tradicional, la cual intenta mantener la separación artificial por grados dentro de sus aulas, imponiéndoles un currículo rígido. Solamente se aplica a escuelas que permiten a los alumnos escoger sus actividades, temas y materiales de acuerdo a su propio nivel de comprensión. Vea «Pedagogía de la escuela activa».)

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De la importancia de tener hermanos mayores y menores

La familia es uno de los inventos más sabios de Dios. En el mismo momento de crear al hombre, Dios ya definió la familia como el lugar donde los futuros seres humanos debían nacer y crecer. (Vea Génesis 1:27-28, Efesios 5:31-6:4.) En un artículo anterior hemos visto lo que sucede cuando una sociedad intenta remplazar la familia por otras instituciones, tales como el estado o la escuela: La sociedad entera se quebranta dentro de pocas generaciones. («Las lecciones sabias de la historia para educadores».) Debemos asumir, por tanto, que cada aspecto de la familia tiene un propósito bien diseñado por Dios.

Deseo en este artículo examinar un aspecto particular: En una familia existen normalmente hermanos mayores y hermanos menores. ¿Por qué decidió Dios hacerlo de esta manera? El podría habernos diseñado de tal manera que llegamos a este mundo como personas adultas, sin tener que pasar por las distintas etapas de la infancia. O podría haber creado la familia de tal manera que crezca un solo hijo a la vez, y cada hijo siguiente nacería solamente cuando los anteriores ya serían adultos. O podría habernos creado como los peces, las mariposas, y muchos otros animales, cuyas crías nacen juntas y crecen juntas, teniendo todas la misma edad. (Un planificador moderno de «educación» probablemente lo hubiera hecho así.) Pero no, Dios creó familias humanas con hijos de distintas edades. ¿Cuál será la sabiduría escondida detrás de este hecho?

Creo que podemos encontrar una respuesta, si hacemos la pregunta: ¿Cómo se benefician mutuamente hermanos mayores y hermanos menores? – Estoy hablando aquí de familias que funcionan según el diseño de Dios; no de las familias disfuncionales y desfiguradas por el pecado, de las que hay muchas (desafortunadamente).

En una familia sana, los hijos menores aprenden muchas cosas de sus hermanos mayores: desde habilidades cotidianas como amarrarse los zapatos, hasta conocimientos avanzados. (Por ejemplo, mi hijo menor hasta la edad de aproximadamente once años aprendió casi todos sus conocimientos matemáticos de su hermano mayor.) El ejemplo y la enseñanza de un hermano mayor puede ser más eficaz que el ejemplo y la enseñanza de un adulto. Es que el hermano mayor está más «cerca» del hermano menor (en su edad y en su manera de pensar). Por eso puede haber más comprensión entre ellos, que entre el niño menor y un adulto.

Al mismo tiempo, el hermano mayor también se beneficia de esta relación, porque aprende a ser responsable y considerado, a tener paciencia y misericordia con los más débiles, a compartir sus conocimientos y habilidades con los que saben menos, y a dar un buen ejemplo.

Esta forma de «enseñanza por hermanos mayores» produce aun mejores resultados que la enseñanza escolar por profesores profesionales, como demostró un experimento en escuelas de los Estados Unidos:

«Hace años, unas escuelas en zonas pobres hicieron el experimento de que los alumnos de quinto grado enseñaron a los alumnos de primer grado a leer. Los resultados fueron los siguientes:
Primero, que los alumnos de primer grado aprendieron más rápidamente que otros alumnos de primer grado que fueron enseñados por profesores profesionales.
Segundo, que los alumnos de quinto grado que enseñaron, mejoraron ellos mismos mucho en su lectura. (Muchos de ellos no habían sido buenos lectores.)»
(John Holt, «Teach Your Own»)

¿Por qué entonces no se aplica este sistema en más lugares, si es tan eficaz? – Simplemente porque muchos profesores perderían su trabajo. Para mantener a los profesores ocupados, se sigue manteniendo el actual sistema escolar ineficaz.

Otra ventaja de la familia es la siguiente: Con niños de diferentes edades, es natural que ninguno es igual que el otro. Los niños aprenden a valorar a cada uno en su individualidad. Aprenden en su vivencia que es normal que unos niños ya saben leer y otros todavía no; que unos son buenos en manualidades y otros son buenos en matemática o en ciencias; que cada niño tiene intereses diferentes, y que interesarse por la música no es «mejor» ni «peor» que interesarse por los dinosaurios.

Es cierto que entre hermanos existen también los problemas. (Pero veremos en la continuación que en grupos de niños de la misma edad, los problemas son aun mayores). Una tentación particular para el hermano mayor son los celos contra los hermanos menores. A menudo el hermano mayor siente que él está llevando más carga y tiene mayores responsabilidades, mientras los padres protegen más a los menores y son más complacientes hacia ellos. (Los padres pueden contrarrestar esto, dando a los hijos mayores no solamente responsabilidades, pero también privilegios correspondientes.) – El hermano menor, en cambio, puede resentirse porque es el más débil y no puede defenderse bien contra sus hermanos mayores.
La Biblia nos muestra diversos ejemplos de estas tensiones entre hermanos, como por ejemplo en la historia de José y sus hermanos, o en la relación entre David y sus hermanos mayores. Pero vemos en estas historias, que Dios usó estas tensiones para moldear el carácter de todos los hermanos, tanto de los mayores como de los menores. Aun estas dificultades, que son naturales cuando niños y jóvenes de diversas edades viven juntos, son diseñadas por Dios para un propósito bueno; para que podamos decir al final con José:
«Ustedes pensaron mal contra mí, pero Dios lo encaminó para bien …» (Génesis 50:20)

(Continuará…)

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