Educación Cristiana Alternativa

Educación es algo muy diferente de lo que usted piensa …

Desescolarizar nuestra propia mente (Parte 2)

En la primera parte he escrito algo acerca de mi camino personal. Ahora deseo mencionar algunos elementos de una «mentalidad escolar», y contrastarlos con una posible salida desde una mente liberada para una educación verdadera (considerando también la perspectiva cristiana). La lista no es de ninguna manera completa; y creo que cada persona que está en este camino podría elaborar su propia lista. Pero aquí va, para hacer un comienzo:

La mentalidad escolarizada dice: Una alternativa educativa dice:
«Educación es igual a escuela.»
Casi todo el mundo cree esto, pero es muy equivocado. En varios artículos de este blog he escrito acerca de este tema.
La educación sucede primeramente en la convivencia diaria en familia.
Tenemos que recuperar nuestras familias como el lugar más natural, idóneo, y asignado por Dios, para la educación de nuestros hijos.
«Para aprender se necesita un profesor.»
Esta es una actitud que nos hace dependientes de por vida de una clase particular de personas, de los «profesores profesionales». Pero pensemos unos momentos: ¿Quién enseñó a Edison a fabricar un foco eléctrico? ¿o a los hermanos Wright a construir un avión? ¿Quién enseñó a Einstein la teoría de la relatividad?
Si todo nuestro aprendizaje dependiera de la enseñanza de un profesor, la humanidad nunca progresaría: no se harían nuevos descubrimientos, ni inventos, ni se formularían nuevas ideas.
¡Conviértete en un(a) aprendedor(a) activo(a)!
Este es el camino más eficaz para adquirir conocimientos. Busca informaciones, lee, pregunta, experimenta. Con las actuales tecnologías de información, esto es más fácil que nunca.
Si das este ejemplo a tus hijos, ellos lo harán también por sí mismos.
«Aprender es llenarse de contenidos.»
La escuela conoce una única manera de aprender: Sentarse pasivamente para llenar la mente de «contenidos». Sea escuchando lo que habla el profesor, o leyendo partes de un libro asignado por el profesor. Esta forma de aprendizaje sucede en un vacío: no está relacionado con ninguna actividad práctica o productiva.
Se aprende mucho más haciendo.
Con todas las actividades de la vida cotidiana se aprende algo; sea haciendo compras, cocinando, limpiando la casa; sea inventando un nuevo juego, fabricando una silla o arreglando un televisor; sea visitando a una vecina enferma o arreglando una disputa entre hermanos. Como padres, solamente tenemos que estar atentos al potencial educativo de todas estas situaciones. Ya vienen con muchos «contenidos» incluídos.
Desechemos la idea de que todo «aprendizaje» tenga que suceder estando sentado inmóvil delante de un cuaderno escolar.
«Solo los profesores profesionales saben educar.»
Ya hace muchos años, John Holt y otros demostraron la falacia de esta idea. Existen numerosos ejemplos, tanto de situaciones escolares como fuera de la escuela, donde los niños aprendieron mejor con personas que no eran profesores profesionales. En realidad, la formación profesional de los profesores no los prepara para educar; solamente los prepara para administrar escolarización según los reglamentos del estado.
Como padre o madre, ¡TÚ eres la persona que mejor conoce a tus hijos!
Creo que muchos padres y madres hoy en día necesitan primero recuperar su autoestima. Si tienes una relación personal, cercana, y de confianza con tus hijos, eso te califica para educarlos. (Si no tienes una tal relación con ellos, es claro que tienes que edificarla primero.) – Después es bueno que te informes también acerca de las necesidades de los niños, y unos principios de una buena educación; pero esta clase de consejos los recibes mejor de unos padres y madres experimentados y sabios, que de un profesor profesional que no ha educado a sus propios hijos.
«Para que un niño aprenda algo, hay que obligarlo.»
O también:
«Si algo es divertido, no puede ser educativo.»
Esta es solamente una versión un poco modernizada del viejo lema colonial: «La letra con sangre entra.» Se parte de la idea equivocada de que un niño por naturaleza no quiere aprender. A causa de esta idea, millones de niños están siendo maltratados en el nombre de una mal entendida «educación».
Los niños son por naturaleza curiosos y deseosos de saber cosas nuevas.
Entonces, no destruyamos su curiosidad y su motivación natural. Demos a los niños acceso a informaciones y materiales adecuados para alimentar su deseo de saber y de experimentar.
Un niño que se desarrolla de manera sana, puede disfrutar de leer, de hacer experimentos científicos, aun de resolver problemas relacionados con la matemática (que no necesariamente tienen que ser los del libro escolar).
Como padre o madre, ¡vuelve a descubrir tu propia curiosidad! ¿Qué temas te interesan y desearías saber más sobre ellos? ¿Qué experiencias nuevas te gustaría hacer? Comienza, infórmate, descubre. Empieza a disfrutar de tu propio aprendizaje, y tus hijos disfrutarán del suyo.
«Tenemos que cumplir con el currículo.»
¡Cuánta presión se ejerce sobre los profesores – presión que ellos a su vez trasladan a los niños – para cumplir los «objetivos educativos»! Objetivos que fueron fijados arbitrariamente por unos burócratas ajenos a las escuelas, ajenos a las familias, y ajenos a la vida real en general.
¿Cuánto de estos contenidos del currículo estás usando tú mismo en tu propia vida? – ¿Cuánto (o cuan poco) de ello será entonces necesario para tus hijos?
Los niños aprenden cuando están listos para ello.
Cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo y de aprendizaje; tiene sus propios talentos e intereses; tiene su propia personalidad. No tiene sentido querer presionar a todos dentro de un mismo molde. Respetemos el ritmo individual de cada uno, entonces aprenderán con mucha facilidad. Respetemos sus talentos y sus intereses, entonces aprenderán aquellas cosas que ejercerán con entusiasmo, ahora y en su vida adulta.
Y liberémoslos de exigencias insensatas. Si un joven no va a estudiar medicina, ¿para qué tiene que saber el nombre de cada hueso del cuerpo humano? Si no va a ser ingeniero, ni científico, ni profesor de matemática, ¿para qué tiene que saber trigonometría o logaritmos? Si no va a especializarse en lingüística, ¿para qué maltratarlo con «morfemas» o con «fonemas linguoalveolares» o con «enunciados conativos»?
«El niño tiene que aprender todo eso ahora porque más tarde lo va a necesitar.»
Gran parte del currículo escolar se basa en la idea del aprendizaje anticipado: «Tienen que aprender ahora la gramática porque más adelante la van a necesitar para comprender textos complejos.» – «Tienen que aprender ahora los términos de la teoría de conjuntos, porque más adelante tendrán que aplicarlos al conjunto solución de una inecuación.» – «Tienen que memorizar ahora los nombres de todas las instituciones del gobierno, porque cuando sean adultos tendrán que tratar con estas instituciones.»
Esto es como decir: «Los niños de seis años tienen que memorizar todas las partes de un automóvil, porque cuando tengan dieciocho años tendrán que aprender a manejar.» – En realidad, uno llega a conocer las partes de un automóvil en el mismo proceso en que uno aprende a manejarlo. Memorizarlas sin tener acceso a un carro real, sería un ejercico artificial, ineficaz, y sin sentido. Entonces, liberemos a nuestros hijos de tales ejercicios escolares que se realizan en un vacío artificial. Esta clase de «aprendizaje anticipado» no funciona.
El aprendizaje sucede cuando lo necesitamos en la práctica.
Los niños aprenden a leer para que puedan leer ahora algo que les interesa, no para apreciar la literatura clásica cuando sean grandes. Aprenden a redactar cartas para que ahora puedan escribir a su abuela, no para escribir solicitudes institucionales cuando sean adultos.
También en la vida profesional, no se espera que un joven profesional venga ya con los conocimientos necesarios para enfrentar toda situación posible. Pero se espera que sea capaz de actualizarse constantemente y de adquirir nuevos conocimientos según las situaciones lo requieren. (Sobre todo en las profesiones altamente tecnologizadas: Es muy probable que un profesional tenga que trabajar con tecnologías que ni siquiera existían en el tiempo en que cursaba sus estudios universitarios.)
Volvamos entonces a conectar el aprendizaje con la vida real y con las situaciones presentes. Esto es mucho más eficaz que el querer «preparar» a los niños para posibles situaciones futuras que son irreales para ellos, y que quizás nunca serán realidad.
«Si no lo haces como dice el profesor, no es correcto.»
En otra oportunidad ya he relatado la historia del pequeño C.F.Gauss: Su profesor había dado a toda la clase la tarea de sumar todos los números del 1 al 100. Después de pocos momentos, Gauss entregó el resultado correcto: 5050. El profesor, asombrado, le preguntó: «¿Cómo lo hiciste tan rápido?» – Gauss respondió: «Fácil. Sumo 1+100, da 101. Sumo 2+99, también da 101. 3+98 también da 101. Sigo así hasta 50+51, son 50 parejas de números que suman 101, entonces 50×101=5050.»
Un profesor de nuestros días, seguramente hubiera rechazado la tarea de Gauss: «No, así no se hace. Tienes que sumar los números uno por uno.» – Y así hubiera truncado el desarrollo de un gran matemático en sus mismos comienzos. Esa mania de que «todos lo hagan de la manera como dice el profesor», destruye la creatividad, la iniciativa, y la estabilidad emocional de los niños.
Además, les acostumbra a confiarse en una fuente de autoridad equivocada. En realidad, la distinción entre «correcto» e «incorrecto» no se basa en lo que dice el profesor. Se basa en las leyes de la matemática, o en las reglas de la ortografía, o en los hechos verificables de la geografía, etc. – y en última consecuencia, en la verdad inmutable que viene de Dios. Pero el sistema escolar obliga a los niños a aceptar en su lugar la autoridad arbitraria y falible de un profesor.
Atrévete a hacer algo nuevo, y a ser creativo.
Normalmente hay un sinnúmero de maneras correctas cómo resolver un problema. Reconozcamos la capacidad de los niños de encontrar soluciones originales – y quizás aun mejores que las nuestras.
¡Y hay posibilidades aun más inmensas de plantearse problemas nuevos que ningún profesor conoce! No hay ninguna necesidad de que todos resuelvan los mismos problemas. Por ejemplo, un niño puede plantearse sus propios ejercicios de cálculo. Incluso puede escribir sus propios libros.
Y no por último, hay un sinnúmero de maneras correctas cómo educar niños, y cómo proveerles experiencias de aprendizaje. Una vez liberados de la camisa de fuerza escolar, descubrimos posibilidades con las que antes ni hubiéramos soñado. Puedo aprender de muchos otros educadores, unos más alternativos y otros más convencionales; pero no estoy obligado a seguir la «receta» de ninguno de ellos al pie de la letra.
«Estudiamos y trabajamos para obtener buenas notas.»
Desde sus inicios en el sistema escolar, los niños se acostumbran a preguntar: «¿Esto viene en el examen?» «¿Vamos a tener una nota de esto?» – Y si no viene en el examen, si no se califica con una nota, entonces se considera como algo innecesario, sin valor, se deja de un lado.
En la vida adulta, esto lleva a la siguiente actitud:
«Mientras nadie mira, no hay que cumplir; no hay que trabajar; no hay que ser honesto; …(etc.)»
O más brevemente:
«Lo único que importa es la apariencia.»Pienso que ésta es la costumbre más dañina que adquirimos en el sistema escolar. De allí tenemos una sociedad que no se interesa por hacer un buen trabajo, ni por ser honesto, ni por aprender bien una cosa; ya que el sistema nos ha enseñado que nada de eso importa. Lo único que importa es la «calificación» y el «cartón»; pero no importa la manera como se obtuvo – con conocimientos y habilidades reales, o por saber engañarle al sistema, o con sobornos – eso ya no importa después, porque eso «no se ve», lo único que contribuye a la apariencia es el diploma. Y a menudo, los exámenes que se requieren para obtener ese «cartón» tienen muy poco que ver con los conocimientos y habilidades reales que se requieren para ejercer una profesión.
Por eso tenemos ingenieros que construyen casas y puentes que se caen; tenemos abogados y jueces que tuercen el derecho; tenemos profesores que confunden y maltratan a sus alumnos; y tenemos médicos que matan a sus pacientes. Todo porque el sistema nunca les enseñó a hacer alguna cosa bien. Solamente les enseñó a actuar de tal manera que su superior les da una buena calificación, según criterios bastante arbitrarios. Y lo más importante generalmente no se califica: La verdadera calidad de su trabajo; o sea, si hace bien o mal a sus usuarios, clientes o pacientes. Ya que «no hay nota» para eso, el profesional promedio no le da importancia.
No aprendemos para el profesor. Aprendemos para Dios, para nuestros prójimos, y para nosotros mismos.
La desescolarización nos libera para ver el aprendizaje como algo que es independiente del entorno (o de la «institución») donde sucede. Los conocimientos y habilidades adquiridas tienen un valor en sí mismos, para enriquecer la vida del que aprende, y para capacitarlo a cumplir el propósito de su vida dado por Dios. Cuando niños y educadores descubren este valor del aprendizaje, ya no tienen necesidad de motivaciones artificiales, tales como calificaciones o castigos.En consecuencia también:
Un trabajo bien hecho tiene valor en sí mismo.

Este es un pilar importante de la «ética protestante del trabajo», la cual (según muchos historiadores) fue clave en el rápido desarrollo tecnológico y económico de Europa y Ameríca del Norte a partir del siglo 18. La Reforma nos hizo recordar nuevamente que el trabajo – aun el trabajo más «secular» – es uno de los medios principales por los cuales el hombre cumple su llamado individual dado por Dios.
(Efectivamente, las palabras «vocación» y «profesión» tienen ambas un origen religioso. Originalmente describieron el llamado de un sacerdote o monje. Los reformadores fueron los primeros que se atrevieron a aplicar estas palabras a un trabajo «secular».)
En consecuencia, el trabajo se hace en primer lugar para Dios, para que la calidad de nuestro trabajo sea agradable a El. (Vea por ejemplo Colosenses 3:17 a 4:1.) No se trata de dar una buena apariencia para obtener buenas calificaciones de un jefe terrenal (eso sería «servir al ojo»). Se trata de descubrir para qué nos ha preparado y llamado Dios, y hacer eso «como para Dios y no para los hombres». Esta perspectiva nos libera de la «mentalidad del empleado» (que se ve siempre dependiente de un jefe que le «da trabajo»), y nos provee una «mentalidad del emprendedor» (que crea su propio trabajo y desea hacerlo bien).

 

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Tres ingredientes de un buen curso por internet

En el artículo anterior mencioné que algunos de los cursos masivos por internet que se ofrecen recientemente, realmente logran reproducir gran parte de la experiencia de aprendizaje que uno esperaría de una buena universidad. La tecnología de internet permite que tales cursos no tienen por qué ser una experiencia solitaria, ni tienen que ser alejados de la práctica. Pero la tecnología por sí misma no es suficiente. Es necesario reevaluar el concepto que tradicionalmente se tiene de los «cursos a distancia», y diseñar modelos nuevos.

Desde mi experiencia personal, son sobre todo los siguientes puntos que llegué a valorar como ingredientes de un buen curso por internet:

El desafío de realizar actividades prácticas y documentarlas.
En este respecto, el mejor ejemplo que conocí fue el curso «Introductory Physics with Laboratory» (Física introductoria con laboratorio) por Mike Schatz (Georgia Tech), ofrecido en Coursera. Uno puede preguntarse cómo es posible realizar un curso «con laboratorio» a distancia, pero este curso demostró que sí es posible. Gran parte de las tareas de ese curso consistían en filmar un objeto en movimiento, «medir» este movimiento con la ayuda de un software (gratis) especializado, analizarlo matemáticamente, crear una simulación computarizada del mismo movimiento, y comparar esta simulación con los datos observados. Después había que documentar el trabajo realizado mediante un video corto y subirlo a internet para que otros participantes del curso lo pudieran evaluar y comentar.
Esto me parece un muy buen ejemplo de cómo puede funcionar la educación del siglo XXI. No necesito asistir a clases, ni necesito el laboratorio de una universidad. Solamente necesito una computadora, acceso a internet, y una cámara digital o un celular; con eso puedo convertir mi propia casa en un laboratorio de física, y puedo recibir una evaluación de mi trabajo. Pero, por supuesto, se necesita la capacidad de trabajar y estudiar por motivación propia, sin que un profesor esté todo el tiempo corriendo detrás de uno diciendo: «Haz esto; haz aquello; si no …»
Por si acaso, ese no era un curso «diluido»; era el mismo contenido y las mismas exigencias como para los estudiantes presenciales en la misma universidad.

La evaluación entre pares.
En un curso con diez mil estudiantes (algunos cursos masivos en línea llegan aun a más), obviamente el profesor ya no puede calificar los trabajos de todos los estudiantes. En esta situación, una salida serían las preguntas de selección múltiple que se pueden calificar de manera automatizada. Pero como ya mencioné, este es un instrumento de evaluación muy pobre y falible, y uno que incentiva más a «encontrar el truco y ganarle al sistema», en vez de comprender un tema en su profundidad.
En cambio, muchos buenos profesores de cursos en línea recurren ahora a la evaluación entre pares: Los trabajos escritos de los estudiantes (resúmenes, ensayos, descripciones de proyectos, etc.) son «barajeados» por el sistema y enviados a varios (tres a cinco) estudiantes del mismo curso para que los evalúen y escriban unos comentarios. Ahora, uno puede preguntarse si un estudiante es capaz de evaluar un trabajo acerca de un tema que él mismo está recién aprendiendo. Pero se han hecho pruebas donde el profesor escogió a diversos trabajos de estudiantes, los calificó, y después comparó su calificación con el promedio de las calificaciones que le habían dado tres o cinco otros estudiantes. Se encontró que la coincidencia era bastante buena. (Mientras que las calificaciones que diversos profesores dan a un mismo trabajo de un estudiante, ¡pueden variar mucho!) – Una de las claves está en dar a los estudiantes unos criterios de evaluación bien definidos.
Como beneficio adicional, varios estudiantes comentaron que el proceso de evaluar a sus compañeros era la parte del curso donde ellos mismos habían aprendido más.

Los foros de discusión y la presencia del profesor en ellos.
Un buen curso por internet contiene foros de discusión donde los estudiantes pueden hacer preguntas, intercambiar ideas, y discutir problemas planteados en el curso. Allí es donde sucede gran parte del aprendizaje, porque los distintos puntos de vista expresados ayudan a ver los temas desde diversas perspectivas, a notar detalles que uno pasó por alto, y a recibir ayuda donde uno dificulta en entender.
En varios de estos cursos me sorprendí, al escribir en los foros, con cuánta frecuencia recibí respuestas personales por el docente o por uno de sus asistentes. Parece que un curso masivo por internet ofrece casi las mismas posibilidades de interacción personal con los profesores (o aun mayores) que un curso presencial. (Aunque esto depende también de la iniciativa del estudiante: Normalmente, solo un pequeño porcentaje de los participantes hacen uso frecuente de las posibilidades que ofrecen los foros de discusión.)
Otros docentes encontraron otras formas de hacerse «accesibles». Algunos, por ejemplo, organizaron en determinados horarios unas videoconferencias «en vivo y directo», donde los estudiantes podían participar con sus preguntas en tiempo real. Otros decidieron compartir su dirección de correo electrónico para consultas.
Pero también vi en muchas ocasiones que un problema planteado en un foro de discusión se pudo resolver en la discusión entre estudiantes, sin la ayuda de un profesor.

Y todo eso es ahora posible «a distancia», desde la casa. ¿Ayudará esta tecnología a que por fin la educación «vuelva a casa»?

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Curso por internet acerca del aprendizaje de matemática en familia

Actualmente me encuentro ocupado con los preparativos para un curso que se ofrecerá por internet de manera gratuita, acerca de métodos activos y creativos para aprender matemática. Más informaciones acerca del contenido se encuentran en esta página.

Durante el año pasado hice diversas experiencias como estudiante de cursos por internet. Al inicio estuve un poco desconfiado: ¿Qué experiencia educativa adicional podría brindar un tal curso, si yo podría simplemente estudiar los mismos materiales completamente por mi cuenta? ¿Y cómo se podría evaluar un aprendizaje a la distancia y de manera computarizada, excepto mediante preguntas de selección múltiple (las cuales no pueden adecuadamente medir el «conocimiento» de una persona)? – De hecho existen cursos a distancia que no hacen nada más que usar la tecnología nueva para propagar el mismo modelo educativo viejo de memorización rutinaria y repetición mecánica. Pero encontré que existen también cursos innovadores, que realmente logran reproducir gran parte de la experiencia de aprendizaje que uno esperaría de una buena universidad (no de una «escolarizada» como es el caso de la mayoría de las universidades peruanas). Y esto incluso en cursos que tienen varios miles de estudiantes. En otro artículo aparte describiré algunos de los ingredientes que contribuyen a un buen curso por internet.

Así que me animé a ofrecer también un curso en línea. Al meterme en este trabajo, aprecio ahora aun más el esfuerzo de los docentes que ofrecen tales cursos, muchos de ellos aun en forma gratuita (puesto que esta forma de educación se encuentra todavía en una fase experimental). Un curso por internet – sobre todo si el número de estudiantes puede ser grande – necesita una planificación muy distinta de un curso presencial. Y en particular la producción de buenos videos instructivos requiere mucho tiempo y dedicación; pero este elemento es hoy en día casi «obligatorio» en un tal curso. Estoy entonces bien ocupado.

Un problema particular surgió en el momento de elegir una plataforma de internet donde ofrecer el curso. Había encontrado una que ofrece (casi) todas las posibilidades técnicas que yo deseaba, y que no cobra por cursos que se ofrecen de manera gratuita. Pero después de enviar mi formulario de registración, me informaron que aceptarían solamente cursos por «instituciones educativas formales». (Este detalle no se mencionaba en ninguna parte de su página web.) Así que también entre las empresas de educación «online» – las que deberían ser la vanguardia de la innovación en la educación – existen algunas que todavía adhieren a creencias de la retaguardia. Por ejemplo la creencia de que el hecho de que una institución sea «formal» o «reconocida por el estado», garantice la calidad de su enseñanza. Lo irónico es que los pioneros de la educación por internet en Estados Unidos (los que en su mayoría provienen de instituciones reconocidas como la Universidad de Stanford o el Massachusetts Institute of Technology), predicen que estas mismas «instituciones educativas formales» pronto se volverán obsoletas.

Estará por verse entonces si la mencionada empresa se deja convencer de que una organización para el apoyo de la educación en casa puede también proveer una enseñanza de calidad, o si tendré que optar por otra plataforma que ofrezca menos posibilidades técnicas, pero que sea verdaderamente «abierta». Volveré a informar tan pronto como mi curso tendrá un «hogar» definitivo.

 

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¿Se puede remplazar a cada profesor por una computadora y una abuela?

Sugata Mitra es un ingeniero de software y profesor en la India. En algunos de los barrios más pobres y en pueblos alejados, él llevó a cabo un experimento educativo muy interesante. El quiso descubrir cuánto pueden aprender los niños por sí mismos, solamente teniendo acceso a una computadora con contenidos preparados. Dicho de manera simplificada, su experimento demostró que la combinación de una computadora y una abuela produce logros educativos mayores que la enseñanza por un profesor.

Sugata Mitra, «Build a School in the Cloud» (en inglés, con subtítulos en español.)

El experimento de Mitra deshace de manera eficaz el gran mito que muchos profesores asumen como base de su profesión: el mito de que el aprendizaje sea el producto de la enseñanza de un profesor. Ahora queda demostrado que una computadora y una abuela pueden producir un aprendizaje mucho mayor.

De hecho, los educadores alternativos ya saben esto desde hace mucho tiempo. Los niños son aprendedores por naturaleza, y el motor más fuerte del aprendizaje es su propia curiosidad innata. Si tienen a su disposición suficientes materiales interesantes para investigar y manipular, y la libertad de seguir los temas que a ellos mismos les interesan, entonces ellos crean la mayor parte del aprendizaje por sí mismos. Esta ha sido la experiencia de María Montessori, de John Holt, de Raymond Moore, de Rebeca Wild, y de muchos otros pioneros de modelos educativos alternativos – aun antes de que existieran las computadoras personales y la internet.

Ahora, me gusta mucho la manera como Mitra completa el cuadro con la abuela que anima a los niños a seguir adelante, y que se interesa genuinamente por las actividades de ellos – pidiendo explicaciones de parte de los niños, en vez de querer explicar a ellos «como se hace». A diferencia de un profesor, la abuela ni siquiera necesita saber cómo usar una computadora. Lo esencial para el éxito educativo es su interés personal, sus palabras de ánimo y sus preguntas

En un punto estoy en desacuerdo con Mitra: Pienso que la abuela tiene que estar realmente allí mismo con los niños. Cuando se la sustituye por una «abuela virtual» que vive a miles de kilómetros de distancia, existe el peligro de que la tecnología desplace las relaciones humanas cercanas, especialmente entre niños y adultos, que son tan importantes para el desarrollo sano de un niño. – Por supuesto que no tiene que ser necesariamente una abuela. Aun mejor es cuando los mismos padres asumen este rol, como sucede en los modelos exitosos de educación en casa.

Me imagino que este será un tema difícil de digerir para muchos profesores, porque inmediatamente se levantarán dos fantasmas horribles: el de perder el control, y el de perder el trabajo.

Respecto al perder el control: Durante mis años como padre y educador hice una experiencia muy liberadora. No necesito mantener el control sobre el aprendizaje de mis hijos y alumnos. Para que el aprendizaje suceda, no hay necesidad de cumplir con programas y planes de enseñanza prescritos, ni es necesario que todos los niños tengan que estar al mismo tiempo en el mismo lugar, haciendo lo mismo. Al contrario, los niños pueden lograr avances espectaculares en su aprendizaje cuando se les permite que ellos mismos decidan dónde, cuándo, qué, y de qué manera quieren aprender. Esta es exactamente la gran oportunidad que nos brinda la gran cantidad de información que ahora está disponible en la internet: que ahora existe la posibilidad de un aprendizaje independiente y muy personalizado.

No quiero decir con eso que permitamos a los niños el mal comportamiento, la violencia, la deshonestidad, etc. (De hecho, esa clase de comportamiento es incentivado indirectamente por el sistema escolar.) Respecto a lo que es bueno o malo, los niños necesitan una orientación clara y aun más, nuestro ejemplo. Pero en cuanto a los temas, el nivel y la forma de su aprendizaje podemos darles mucha libertad a los niños, y veremos el éxito.

Y respecto al perder el trabajo: Es bien probable que en consecuencia de una tal revolución educativa, haya mucho menos necesidad de profesores en el futuro. Como ha demostrado Sugata Mitra, en muchos casos se puede efectivamente sustituir a un profesor por una computadora y una abuela. Y los profesores que desean ser parte de esta revolución educativa, tendrán que reinventar su trabajo de manera radical. Es que los conocimientos ya no dependen del profesor; son ahora accesibles libremente para cualquiera que tiene acceso a internet. Los profesores ya no serán los «transmisores del conocimiento», ni serán pequeños reyes que dirigen y controlan su clase. En cambio, su trabajo consistirá en:

– Facilitar a los niños un aprendizaje en libertad, eliminando los planes de lecciones, las tareas obligatorias, y aun la asistencia obligatoria a una escuela. En su lugar, los profesores tendrán que asumir el papel de la abuela que anima a seguir adelante.

– Asesorar a los niños en sus propios proyectos de aprendizaje, y ayudarles a encontrar la información y los materiales que necesitan para ello. Conociendo los intereses y talentos de un niño, y su estilo particular de aprendizaje, un educador entendido puede ayudarle a encontrar los materiales y los métodos de estudio que se adaptan mejor a sus necesidades personales.

– Responder preguntas, ayudar en problemas, y sugerir nuevas ideas, según la demanda de los niños. Esto requerirá una gran flexibilidad, y una buena comprensión de la manera de ser de un niño.

– Crear contenidos informativos que facilitan el aprendizaje; o ayudar a los especialistas en las diversas áreas de conocimiento a crear tales contenidos. Estos contenidos y materiales estarán entonces a disposición de los niños, a manera de ofertas entre las que pueden escoger, no a manera de asignaturas obligatorias. Esto permitirá también evaluar en la práctica si los materiales son adecuados para las necesidades de los niños: Al tener libertad de elección, los niños elegirán con más frecuencia aquellos materiales que son apropiados para sus necesidades, y un mayor porcentaje alcanzará los objetivos de dichos materiales.

Todo esto requerirá una gran capacidad de innovación, originalidad y creatividad. Temo que para eso, la mayoría de los profesores son los menos preparados, porque la formación actual de profesores pone el mayor énfasis en la conformidad con el sistema tradicional, y en el cumplimiento estricto de reglamentos burocráticos. Cuando la educación se mueva en la dirección indicada por Sugata Mitra, el reto principal a los profesores consistirá en superar las limitaciones que su propia formación profesional les impuso.

Siempre hay cierto porcentaje de profesores que hacen su trabajo solamente para ganarse la vida, sin tener una verdadera vocación para ello. Pienso que ellos brindarían un gran servicio a la sociedad si se retiraran voluntariamente de sus puestos y dieran lugar a los que son educadores de verdad. Esto puede sonar duro; pero esta clase de profesores raras veces son felices en su trabajo, entonces se harían incluso un servicio a sí mismos si cambiaran de profesión. (Y entonces, incluso harían algo más productivo.)

Por el otro lado, un profesor que ejerce su trabajo por verdadera vocación, será capaz de realizar estos cambios, mayormente porque tiene un amor genuino a los niños, y por tanto estará dispuesto a explorar caminos nuevos, por el bien de ellos.

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